¿Alguna vez te han dado golpecitos en la espalda y te han dicho que tienes que enderezar tu cuerpo? Es posible que sí. En la vida de muchas mujeres siempre ha existido una tía o la madre de una amiga que se ha encargado de enseñar los principios de la “belleza” femenina. Esos principios, por supuesto, incluyen el caminar en tacones con la frente en alto.
No hay dudas de que en ese entrenamiento de belleza femenina se le presta atención a la postura. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos los consejos que se imparten, en vez de ayudar a mejorar la postura, nos colocan en una mala postura. Si aprendiste a enderezar tu cuerpo estirando las piernas, sacando el trasero hacia atrás como una gata en celo (posición en la que queda tu cuerpo si usas tacones muy altos), entonces te estás poniendo en una postura que obstruye el flujo de energía en tu cuerpo.
Una mala postura afecta nuestro nivel de energía, nuestro estado de ánimo y a largo plazo nos puede causar problemas de salud tales como dolor de espalda crónico. Pero esto no es todo. La postura de nuestro cuerpo refleja la postura que llevamos en nuestra vida.
Si sentimos que cargamos el peso del mundo arriba, puede que nuestra espalda se encorve hacia adentro. Si sentimos vergüenza, quizás nuestro cuerpo responde escondiendo la mirada y comprimiendo las vértebras del cuello. Si la rabia nos come por dentro, la mandíbula se pone rígida robándole a nuestro cuerpo la postura saludable.
La postura es un mapa que revela nuestros pensamientos, emociones y vivencias. Cuando nos sentimos menos que las demás personas caminamos cabizbajas, escondemos nuestros rostros, nuestra postura se sale de balance y nos hacemos pequeñas literalmente. Cuando nos sentimos cómodas y felices con nosotras mismas caminamos con la frente despejada, con la postura erguida, con una postura de reina, y miramos al mundo de frente con dignidad y orgullo. Nos sentimos hermosas, diosas.
¿Cómo está la postura de tu cuerpo en este momento? Podemos hacernos esta pregunta a diario, y sin criticarnos, escuchar la respuesta que nos da nuestro cuerpo. Ese es el primer para empezar a descubrir la postura que nos pone en balance en la vida y con la vida.
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